El 15 de mayo de 2011 se celebró una manifestación masiva en Madrid. Miles de jóvenes marcharon por el centro de Madrid, exigiendo empleo, mejores condiciones económicas y “democracia real”. Nacía el movimiento Indignado. ¿Qué ha sido de él?
Iker Itoiz Ciáurriz es estudiante de doctorado en Historia en la Universidad de Edimburgo. Sus intereses se centran en la historia europea del siglo XX y la política europea actual
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El movimiento de los indignados o 15M: 10 años desde la primera utopía del siglo XXI
La noche del 4 de mayo resultó ser una noche dramática para la izquierda española. Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP en Madrid, obtuvo una aplastante victoria. Su campaña presentó a Podemos, el partido anti-austeridad nacido del movimiento de los indignados o 15M, ahora asociado con el partido comunista, como Unidas Podemos, un hombre del saco que radicalizó el gobierno central. Ayuso afirmó que su política de permitir que los bares permanecieran abiertos durante gran parte de la pandemia había convertido a Madrid en el lugar más libre y feliz de España. Ayuso, llamado el Trump español, presentó las elecciones como una elección entre “libertad o comunismo”. En la noche electoral, la izquierda sufrió una gran derrota. Así como el supuesto ‘muro rojo’ de escaños norteños en Reino Unido del partido laborista se derrumbó ante los conservadores en 2019, también lo hizo el “cinturón rojo” de los suburbios de la clase trabajadora de Madrid votando por las políticas de derecha de Ayuso y el PP el pasado martes. Siete años después de revolucionar la política española fundando Podemos ha inspirado movimientos similares en Europa (por ejemplo, La France Insoumise), Pablo Iglesias, el líder de la izquierda, dimitió de todos sus cargos el martes por la noche profundizando la sensación de derrota. La izquierda estaba en ruinas once días antes del décimo aniversario del mayor movimiento social en España desde la década de 1930: el movimiento de los Indignados. En medio de una pandemia global y con el auge de la extrema derecha en toda Europa, incluida España, se ha vuelto relevante reflexionar no solo sobre la naturaleza del Movimiento de los Indignados, sino también sobre su legado. Influenciada inicialmente por la Primavera Árabe de 2010/2011, la protesta contra la austeridad se extendió por numerosos países europeos, incluidos Islandia, Portugal y Grecia, como el movimiento de ‘ocupación’ de los EE. UU, Reino Unido e Israel, y continuó de diversas formas en países como México (Yosoy132), Francia (Nuit Debout), Turquía y Hong Kong. Reflexionar sobre el movimiento Indignados es una oportunidad para enfrentarse a los retos de la izquierda en el 2021.
La crisis económica de 2008, también conocida como la Gran Recesión en España, fue causada principalmente por la burbuja inmobiliaria y la tasa de crecimiento del PIB insosteniblemente alta que la acompañó. En el centro de este desastre económico, el 15 de mayo de 2011 se celebró una manifestación masiva en Madrid. Miles de jóvenes marcharon en el centro de Madrid, exigiendo empleo, mejores condiciones económicas y “democracia real”. Las manifestaciones se transformaron rápidamente en un movimiento de base que ocupó varias plazas de España, como la Puerta del Sol en Madrid. Cinco días después, se describió como una “revolución española”. El movimiento también se comparó con el manifiesto político de Stéphane Hessel ¡Tiempo de indignación! [Indignez-Vous!] que influyó en la juventud española. Los manifestantes se rebelaron contra las altas tasas de desempleo, los recortes de la asistencia social, los políticos y el sistema bipartidista en España, así como el sistema político, el capitalismo, los bancos y la corrupción pública. Durante mayo y junio de 2011, la política española vivió un “momento” de cambio revolucionario. El movimiento de los indignados se convirtió en un “laboratorio de lo político” donde la política podía reinventarse y cambiarse. La ocupación de las plazas suponía ante todo un despertar –o redescubrimiento– de la imaginación radical.
Una de las consignas más famosas fue “No nos representan”. El núcleo era una crítica a la democracia liberal y al parlamentarismo que, en España, estaba representada por los dos partidos principales, PP y PSOE, que habían gobernado el país desde el establecimiento de la democracia en 1978 después de la dictadura de Franco. Se sugirió que la democracia directa, a diferencia de la democracia parlamentaria, era la única forma de articular las demandas de la gente. El 15M rechazó la política de partidos y, por el contrario, sugirió un movimiento social fluido y diverso que a través del ejercicio de la democracia directa derrocaría al sistema político español nacido en 1978 [El régimen de 1978 como lo llamábamos]. Entre 2011 y 2014, el movimiento Indignados no tuvo un líder claro y todas las decisiones políticas fueron tomadas por asambleas entregadas y votación en línea, un sistema que recordó al Movimento 5 Stelle italiano (M5E). En enero de 2014, una serie de intelectuales e investigadores en ciencias políticas de la Universidad Complutense de Madrid crearon Podemos y eligieron a Pablo Iglesias como candidato a las Elecciones Europeas. El éxito de Podemos en las elecciones europeas de 2014 y el ascenso del partido en las encuestas crearon un intenso debate sobre el futuro de Podemos.
Uno de esos dilemas fue la cuestión de qué tipo de modelo de partido debería adoptar Podemos. Un bando, representado por el exlíder Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, defendió la opción de construir Podemos como un partido centralizado y disciplinado en torno a un liderazgo fuerte y carismático. Marx y Lenin se convirtieron en referentes en la necesidad de unidad en la tarea de conquistar el Estado. Por otro lado, los anticapitalistas representados por Pablo Echenique y Teresa Rodríguez buscaban construir un partido descentralizado, donde las decisiones serían tomadas por los militantes bajo la forma de “democracia desde abajo” que eludía la forma tradicional de los partidos políticos. Ambas concepciones entroncaban con las contradicciones del 15M entre la democracia directa y el partido tradicional. Ganó la propuesta de Iglesias y Errejón y el movimiento de los indignados perdió una de sus claves de identidad: su énfasis en la democracia directa. Podemos buscó el sorpasso al Partido Socialista como sucedió en 2012 en Grecia con Syriza. Fracasó en las elecciones generales de 2016. Parecía más un partido de izquierda tradicional que un “movimiento de partido”. No obstante, es importante destacar que en 2017, Jean-Luc Mélenchon, líder de la izquierda en Francia, lanzó La France Insoumise, inspirada en Podemos, como un partido-movimiento. Si bien obtuvo un espectacular 22% de los votos, tampoco logró ganar en Francia.
“La Revolución será feminista o no será”. Desde el principio, el movimiento Indignados hizo campaña por la igualdad entre hombres y mujeres. En su comprensión de la democracia como una democracia directa en la que todos tienen derecho a expresar su opinión, solo mediante el derrocamiento del sistema patriarcal es posible la plena igualdad. No obstante, la brecha entre la teoría y la práctica era enorme y el movimiento Indignados no logró articular las demandas feministas. Al afirmar que el movimiento no tenía líder y enfatizar el imaginario social de un “movimiento”, ensombreció la presencia de las mujeres en el movimiento. Sin embargo, se podría argumentar que el movimiento feminista se benefició del movimiento Indignado. Entre 2013 y 2014, el ministro de justicia conservador Alberto Ruiz Gallardón intentó casi prohibir el aborto. De aprobarse, habría sido una de las leyes de aborto más conservadoras de Europa. La fuerte movilización social de los indignados y el movimiento feminista impidió que la ley fuera aprobada por el parlamento pese a que el Partido Popular tenía mayoría. Cuando se fundó Podemos en 2014, hubo fuertes quejas de que las mujeres no podían progresar dentro del partido. Mientras que los hombres constituían principalmente el núcleo del partido, las mujeres poblaban el subnivel. En las elecciones municipales de 2015, Podemos no se presentó, al contrario, presentó Candidaturas de Unidad Popular lideradas principalmente por mujeres como Ada Colau y Manuela Carmena en Barcelona y Madrid respectivamente. Estas candidaturas conquistaron 4 de las ciudades más grandes de España (Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza) y aumentaron su poder en casi toda España.
Por último, pero no menos importante, el brazo más poderoso del movimiento Indignados fue el liderado por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca –PAH cuya líder en Barcelona, Ada Colau, se convirtió en alcaldesa de la ciudad en 2015. De este movimiento surgió el actual movimiento verde y antirracista. La PAH se fundó en Barcelona en 2009 y se extendió rápidamente por toda España para hacer frente a la dinámica de exclusión social de la crisis y dar respuesta a las nuevas necesidades. Tras las movilizaciones del 15M y el inicio del movimiento Indignados, la PAH empezó a crecer exponencialmente en toda España. Se convirtió en un movimiento social capaz de influir en la opinión pública y de brindar estrategias colectivas innovadoras, como una renegociación colectiva de deudas hipotecarias con instituciones financieras para apoyar a las familias afectadas. Con su enfoque en la crisis de la vivienda, desafiaron la concepción de la ciudad neoliberal. Los activistas enfatizaron el derecho de la ciudad a ser vivida por sus ciudadanos. Además, la PAH estaba inicialmente formada por inmigrantes, especialmente, de América del Sur. Cuando la crisis de la vivienda se agravó aún más en 2010 y 2011, muchos españoles se aliaron por primera vez con estas comunidades de inmigrantes. Durante años se creyó que esta alianza había evitado el surgimiento de un partido antiinmigrante en España. Sin embargo, no solo se demostró que esta tesis estaba equivocada, sino que debido a que nunca se articuló una política antirracista, como pidieron algunos activistas como Serigne Mbaye, dejó un espacio abierto a la extrema derecha.
Con el crecimiento de ‘Fridays for Future’ a finales de 2019 y el resurgimiento de Black Lives Matter (BLM) en mayo de 2020, el movimiento verde y antirracista ganó una breve centralidad en la política española. El movimiento verde, desde el principio, había tenido dificultades para entrar en la política española. A diferencia de otros países europeos, nunca ha habido un partido verde significativo. Desde las últimas elecciones en Madrid, el Partido Más Madrid fue el único partido que buscó un programa verde para convertir a Madrid en una comunidad más ecológica y sostenible. Su líder a nivel nacional, Iñigo Errejón, ha dicho que intentará perseguir una estrategia nacional verde para las próximas elecciones generales de 2023.
En resumen, el “Movimiento de los Indignados” o 15M fue un movimiento complejo, diverso y democrático que reinventó el panorama político en muchas áreas. En 2021, la izquierda en España está luchando entre cómo equilibrar un enfoque global con la especificidad del caso español. Mucha de la izquierda experimentó un sentimiento de consternación, de fin de ciclo tras la derrota electoral en Madrid la semana pasada. Al igual que el Ángel de Benjamín, la izquierda mira su pasado [el movimiento de los Indignados] mientras la historia aún avanza. Las consecuencias sociales y económicas de la pandemia son temidas en todo el espectro político en España. Tanto la derecha como la izquierda no están seguras de qué tipo de movilización social explotará a partir de esto. Como Alexis Tocqueville, autor de La democracia en América (1835), advirtió a los diputados franceses en vísperas de la revolución de 1848, “creo que en este momento estamos durmiendo sobre un volcán”. Quizás, es el momento de no olvidar la onceaba tesis de Karl Marx sobre Feuerbach para fomentar la acción política: “Hasta ahora, los filósofos solo han interpretado el mundo de diversas formas; el punto es cambiarlo”.
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