Durante los últimos dos años, Lucas García Alcalde ha estado informando sobre el sector español de envíos ultrarrápidos para ‘Business Insider’. Tras la salida de Getir de España en julio, justo dos años después de su entrada, Alcalde escribe para Gig Economy Project sobre el breve pero accidentado paso de la empresa por el país del sur de Europa, y sobre las lecciones que pueden extraerse para los trabajadores, la industria y el Gobierno.
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Cuando Getir aterrizó en España, lo hizo a bombo y platillo. Empapeló los autobuses y paradas de metro de Madrid con su característico color morado en una agresiva campaña de marketing, lanzó enormes descuentos para captar nuevos clientes con envíos gratis, y pregonó que llegaba con contratos laborales para sus repartidores. Todo ello, en un momento en el que la ley rider -la norma que presume la relación laboral entre plataformas y trabajadores- había entrado en vigor apenas un mes antes y todavía generaba un gran ruido mediático.
Getir venía a revolucionarlo todo: las visitas a los supermercados de la gente y las condiciones laborales de los repartidores, en un sector marcado históricamente por la precariedad y los bajos salarios. Casi dos años después, apenas queda ya nada y por el camino y no han logrado cambiar ni una cosa ni la otra.
La compañía de envíos ultrarrápidos abandonó España el mes pasado, en un verano en el que ha ido reduciendo su huella global drásticamente. Esta semana anunciaba una nueva ronda recortes de plantilla en todo el mundo, que afectará a cerca de 2.500 personas, según ha trascendido en la prensa internacional.
Pero más allá de las noticias de su negocio, muchas de las cuales conocemos y que se han repetido no solo en el universo del delivery, sino del mundo startup, como son los despidos masivos o la desaparición y absorción de compañías, Getir deja tras de sí un reguero de malas praxis que o bien han salido a la luz solo en la prensa especializada o han pasado casi de puntillas para la opinión general.
Los problemas del modelo de negocio de Getir y compañía son fruto de la desaceleración de inyección de dinero por parte de los grandes fondos de capital riesgo, esos mismos que tras la pandemia se lanzaron a regar con miles de millones negocios que prometían casi cualquier cosa y que estaban lejos de llegar a ser rentables algún día. Sin embargo, a pesar de eso, las cosas podían haber sido de otra manera.
Ahora podemos saber que muchas de esas proclamas grandilocuentes sobre la protección laboral de sus riders eran puro PR. En los últimos dos años, he seguido de cerca estas empresas, no solo Getir, sino también Gorillas o GoPuff, y he podido hablar con decenas de trabajadores del sector, tanto de la parte de almacenes como de la parte de oficinas. En todas ellas había una constante clara, la desigualdad entre lo que en inglés se denomina los trabajadores blue collar y white collar.
Un ejemplo de esto es la reciente fiesta de verano, que como cada año celebra la empresa de reparto Glovo, el Glovochella, imitando el estilo colorido del festival Coachella, donde los equipos de finanzas o software se divertían, mientras en la calle los riders apenas llegan a final de mes y las multas por parte de la Inspección de Trabajo por irregularidades en su modelo laboral se le acumulan a la empresa catalana.
Pero las diferencias entre la parte de oficinas y almacenes en este tipo de empresas van más allá de invitaciones a fiestas o fruta en la oficina. Por poner otro ejemplo, Gorilas llegó a pagar en España a sus repartidores 100.000 euros menos de lo presupuestado desde la matriz en Alemania, mientras que los salarios de los empleados de las oficinas sobrepasaban ese presupuestos, según documentación interna filtrada y como publiqué en Business Insider.
En el caso de Getir, hace justo un año llevó a cabo una ronda de despidos a cuentagotas y de manera secreta en sus headquarters, para eludir el ERE (Expediente de regulación e Empleo) como lo requiere la ley española, según denunciaron varios de los afectados.
En España, cuando una empresa quiere despedir a un gran número de empleados en un período corto de tiempo tiene por ley que iniciar un ERE. Esto conlleva una negociación colectiva con los representantes de los trabajadores, por lo que es más costoso para las empresas llevar a cabo dicha reducción de plantilla. En esas negociaciones entran en juego los sindicatos y se estipula la indemnización que van a cobrar los trabajadores despedidos. En este caso, Getir prefería dividir y negociar individualmente las causas de los despidos. Además, intentó que el resto de los compañeros no se enteraran de dicha praxis, como aseguraron los propios afectados.
Sin embargo, una serie de empleados demandaron a la compañía por lo que en la jerga laboral española se denomina “ERE encubierto”. Este hecho salió a la luz y Getir y su equipo de PR hizo todo lo posible para taparlo.
Además, durante ese verano pasado, Getir también llevó a cabo una estrategia para forzar las renuncias voluntarias de los trabajadores de la parte de almacenes, riders y pickers, como denunciaron los propios afectados además del sindicato UGT.
Según sus testimonios, la empresa les sancionaba por causas injustificadas, les cambiaba de manera unilateral y de un día para otro el lugar de trabajo a más de una hora de distancia de sus domicilios, por lo que muchos trabajadores terminaban sus turnos pasadas las 12 de la noche, teniendo que volver a sus casas en transporte público nocturno, lo que incrementaba hasta el doble de tiempo sus desplazamientos. Otra de las prácticas de la compañía era obligarles a repartir en pleno verano, con temperaturas que pasaban los 35ºC en España, con unos monos de trabajo asfixiantes, según me contaron varios de los afectados.
Y por si fuera poco, Getir empezó a distribuir entre sus trabajadores -a los que denomina getirians imitando el estilo de Amazon y sus amazonians– una guía interna en la que establecía las normas para las nuevas incorporaciones. Como primero publicó El Mundo, la guía establece sanciones a los trabajadores que hablen con la prensa sin comunicarlo a la compañía o filtren información interna.
“Es posible que periodistas, cámaras de televisión, fotógrafos u otras personas ajenas a nuestra actividad, os pregunten sobre la compañía”, señala el documento.
“Os recordamos que, para atender este tipo de peticiones de los medios de comunicación, contamos con un área de Relaciones Públicas y con portavoces específicos que son las únicas personas autorizadas para ello”, continúa.
“Solo a través de este canal podemos proporcionarles información actualizada sobre la compañía”, añade. A continuación, la empresa señala una serie de instrucciones en casos como cuando un periodista, cámara, fotógrafo o un tercero ajeno a la compañía le pregunta su opinión o intentar grabarle, les dirija al departamento de Relaciones Públicas.
Además, si esto sucede, señala la compañía, los trabajadores deben preguntar de qué medio y organización se trata e informar inmediatamente al equipo de Relaciones Públicas.
De incumplir alguna de las cosas que recoge la guía, la empresa amenaza con llevar a cabo sanciones disciplinarias, e incluso el despido.
En los almacenes, los trabajadores también tenían carteles donde se les disuadía de hablar con la prensa con el mismo mensaje citado anteriormente y dirigiendo siempre a su equipo de PR.
Paradójicamente, en el último mensaje de Getir a sus clientes en España, la compañía ofrecía a sus clientes un descuento del 15% para comprar a través de Uber Eats, uno de sus rivales en el sector, y que todavía hoy mantiene un sistema de repartidores autónomos.
Los dos últimos años han sido especialmente duros en el sector del delivery que venía de un momento dorado tras la pandemia. Muchos trabajadores precarizados que habían pasado de pedalear para las Glovo y compañía sin ningún tipo de protección laboral encontraron estabilidad y derechos en empresas como Getir.
Ahora, el sector a pesar de los intentos por regularizarlo y mejorar las condiciones de vida de los riders, vuelve a ser un otra vez una pequeña jungla. Quizá si la burbuja del venture capital no hubiera explotado hoy la historia sería otra, quizá si el objetivo de estas empresas hubiera sido realmente mejorar el sector del delivery y reforzar los derechos laborales de miles de personas, hubieran actuado diferente por muchos planes de igualdad y colaboraciones con ONGs que anuncien.
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